Entrevista periódico Salamanca Hoy

La tienda de decoración de Salamanca que vendió artículos a Kofi Annan para su piso en Nueva York

Flandes Home Interiors, en la calle Íscar Peyra, nació con el cambio de la moneda en España con el objetivo de importar un estilo distinto de decoración a Salamanca

Unos ventanales que dan a dos céntricas calles de Salamanca imantan las miradas. El escaparate de Flandes Home Interiors, una tienda de decoración en Íscar Peyra que abrió a principios de siglo, consigue absorber la atención de todo aquel que pasa por allí. Un estilo de decoración único e inspirado en la tendencia de otros países es lo que identifica a esta marca. No es solo un negocio, son las raíces de Kathleen que ha regado hasta hacer crecer una referencia en el sector. «Me preguntan mucho por el nombre, yo soy de Flandes, la parte de Bélgica donde hablamos flamenco», explica.

La mirada internacional de Kathleen y el espíritu comercial de su marido, Antonio Alonso motivó la apertura de este negocio en el año 2001. «Abrimos justo el año del cambio de moneda, ese fue nuestro primer reto», recuerda. El segundo desafío fue tratar de encajar el estilo que deseaban instaurar con el comercio de esos años en Salamanca. «No era el típico mueble español, era un estilo más colonial», comentan. Su hermana le sirvió como inspiración para empezar a desarrollar en la capital charra una tendencia más rompedora.

 

A través de su ejemplo en el País Vasco Francés concibió la posibilidad de introducir esa idea a Salamanca. «Mi hermana vivía en Biarritz y tenía un negocio de este tipo de muebles. Mi cuñado es importador de muebles de la India e Indonesia y así empezamos», explica. Tener un espejo donde mirarse le sirvió a Kathleen a abandonar definitivamente su profesión y apostar por su pasión. «Yo soy abogada, no tiene nada que ver con esto y mi marido siempre había estado ligado al comercio en Salamanca pero no en este sector, sin embargo, empezamos y lo logramos», añade orgullosa.

Esa aspiración se convirtió en un sueño hecho realidad. Ya son más de dos décadas las que llevan en Salamanca y reconoce que el ‘boca a boca’ es su mejor publicidad. De hecho, asegura que con el paso de los años cada vez se le ha dado más valor a este sector. Pasar de una decoración utilitaria y funcional a añadir, con las nuevas generaciones, la parte estética. «Cuando llegué a España la gente pasaba mucho tiempo en la calle y a las casas no les daban importancia, ahora la gente joven tiene casas de revista», explica.

«Lo que se ve aquí no lo encuentras en otro sitio»

Y en esa intención de convertir los salones en estancias fotografiables y tratar de transformar los espacios en ambientes inspiradores, Flandes es experta. «La gente viaja cada vez más y entra mucho en nuestro estilo, con alma, personalidad y un tipo de mueble muy personal para los amantes de la decoración», añade. Así lo define y así es: son muebles únicos. «Lo que se ve aquí no lo puedes encontrar en otro sitio», asegura Kathleen.

De hecho, con la idea de mantener esa pureza, no trabajan la venta online aunque sí se sirven de la visibilidad de internet y las redes sociales como escaparate. «Queremos seguir con ese trato personal y diferenciado donde podamos conocer al cliente y saber lo que quiere para poder ayudarle mejor», añade. Una filosofía para priorizar el trato personal y centrarse en lo que realmente quiere el cliente sin banalizar a golpe de click.

El día que Kofi Annan estuvo en Salamanca

En 2005, Kofi Annan, el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, asistió a la Cumbre Iberoamericana de Salamanca. Este acto ya fue suficientemente emblemático, sin embargo, para Kathleen y Antonio, que decidiera entrar en su tienda lo fue aún más. «Durante su visita a Salamanca estuvo en la tienda con su mujer y compraron unas cosas para su piso de Nueva York. Entró con doce guardaespaldas, un traductor, una persona para pagarle la cuenta…», comenta Kathleen. Entre varios artículos de decoración que compraron, recuerda un caballo grande de terracota de la dinastía Tang. Aún, después de veinte años, lo explica con cierto asombro. «Él reconocía muchas piezas y nos decía la procedencia», asegura. Para que llegara a su destino, «lo embalamos y lo llevamos al avión que salía de Matacán», explica. Una experiencia que define como «súper agradable» y forma ya parte de la historia de Flandes.